La chica influencer

—Oye Joan, ¿puedes venir a ver cómo está la energía de mi casa?

Suelo escuchar esa frase a menudo cuando termino algún evento de fin de semana, como curso, seminario o conferencia. Por lo general, rechazo la invitación, pero en este caso era una conocida de un buen amigo y accedí.

Al llegar me senté en la sala, y empecé a hablar con una chica adolescente, familiar de los residentes.

—¿Y qué haces en tu vida? —le pregunté con curiosidad.

—Soy influencer.

Aquella frase me descolocó. ¿Influencer? ¿Se puede ser influencer en la adolescencia?

—Y ya tengo mil seguidores en Instagram.

Lo confieso. Me dieron ganas de reir a pierna suelta. Es más, era tan todo tan surrealista que hasta me parecía una broma. Pero cuando vi el rostro de la chica, con la mirada perdida, traté de guardar la compostura.

Por fortuna llegaron sus familiares y empezamos todos una conversación, que terminó en… ¡Luisito comunica! El famoso youtuber de redes sociales.

La adolescente lo nombraba una y otra vez, detallando sus hazañas en diferentes países.

—Joan, ¿has visto el vídeo de Luisito en…? ¿Y cuando va a…?

Hasta que ya no pude más, y con mi habitual sinceridad y equidad, dije la peor frase que se podía decir en aquel momento.

—A ver, he visto algunos vídeos y están bien, pero otros…

No terminé la frase. Sentí una mirada llena de odio que se me clavaba en la piel. La chica me estaba mirando fijamente con una ira salida del inframundo.

Entonces lo comprendí…

Para ella, para todos los adolescentes que viven en esta época de la Humanidad, los influencers, youtubers y demás fauna puberta de las redes sociales, que se han hecho famosos subiendo vídeos de coches o jugando videojuegos (!), son ni más ni menos que… ¡Sus ídolos!

Ya no son futbolistas, cantantes, como hace décadas, ahora son jóvenes normales, que un día haciendo la broma, se grabó jugando a un videojuego diciendo palabras chistosas y a la gente le gustó. O una joven que sube fotos de sus vestidos de colores a juego con sus zapatos ultra modernos oh yeah y ya está, ya ha triunfado en la vida. ¿Para qué queremos más?

ES TRISTE, PERO ES LO QUE HAY

Los adolescentes ya no quieren ser astronautas, ni futbolistas ni ingenieros.  Quieren ser youtubers. Instagramers. Vivir del cuento. Subir una foto al día mientras te pintas las uñas y que tus seguidores te digan: “guau, ¡pero qué uñas tan bonitas! ¡Yo quierooooo!”.

Y la culpa de quién es. Pues de todos. De la sociedad y de todos los individuos que la formamos, que durante años nos hemos dejado seducir por los cantos de sirena de la publicidad y medios de comunicación.

Nos han vendido que éxito es igual a fama y dinero. Punto. Incluso mezclando mentiras con verdades espirituales, como la ley de atracción. Nos dicen que debe usarse para que todos manifiesten la vida de sus sueños… materiales. No importa si por el camino evolucionas, si tu alma ha aprendido las lecciones pendientes para estar en paz interior, si encuentras la plenitud de tu ser, porque al fin y al cabo solo importa triunfar. Alimentar tu ego. El ego de la sociedad.

NEO-SER

Pero nos olvidamos de un pequeño detalle, otra vez más. El mundo físico es un reflejo del mundo interior espiritual. Si solo buscas llenar vacíos externos, siendo famoso o viviendo de tu fama a cómo dé lugar, llegará un día en que te sentirás tan vacío por dentro que solo quieras correr y gritar.

Porque es al revés. Vete al bosque una semana. Sin teléfono. Sin redes sociales por favor. Y escucha a tu alma, a tu corazón. Qué deseas en realidad. Qué te hace plenamente feliz, a ti, no a los demás.

Una vez lo sepas ya puede volver, para manifestarlo en el mundo material. Y entonces sí, que llegue la fama y la abundancia por supuesto, pero para acompañarte en tu plenitud espiritual, no para sustituirla.

Podrás subir fotos a Instagram y tener un coche caro, pero para compartir, no para impresionar…